lunes, 7 de marzo de 2016

Carta para Bruno


Han pasado más de dos años y por fin puedo escribirte.

Es muy duro explicar lo que siento, pero necesito avanzar.
Hace más de un año, me dijeron que te escribiera y me despidiera de ti.
No lo voy a hacer. No puedo despedirme de alguien que sigue vivo en mí.
Pero necesito escribirte para poder continuar.
Debo expresar en palabras todo este dolor, para poder dejarlo salir e intentar respirar.
Y aunque el dolor es perpetuo y es algo que ya tengo asumido, sacar estos sentimientos me harán avanzar más tranquila.

Hace más de dos años me dieron la peor noticia de mi vida: habías muerto.
Mi hijo, dentro de mi seno, estaba muerto.
A ti, que tanto ansiaba verte y tanto necesitaba sentirte en mis brazos, habías muerto dentro de mí y no pude hacer nada para evitarlo.

Fuiste mi primer amor, mi primer amor incondicional.
Mientras crecías dentro de mí, iba descubriendo infinidad de sentimientos y vivencias que nunca podré olvidar.

Recuerdo sentirte cuando te ponía música. Lo hacía casi a diario.
Era algo que me hacía feliz porque veía que a ti también te hacía feliz.
Sentía tus pies, tus manos, tu cuerpo entero moviéndose dentro de mi.
Es el recuerdo más feliz que tengo de ti.
Me diste momentos únicos.
Me diste una felicidad que nunca había tenido.
Tu recuerdo siempre vivirá en mí.

Pero por desgracia también viví el peor momento de mi vida.
Habías muerto y contigo, murió una parte de mí. Una parte que nunca volverá y que en estos dos años he notado que me falta, y falta porque se fue contigo.

Y te tuve que parir muerto.
Y ver tu carita sin vida y no escuchar tu llanto.
Y tuve que volver a casa sin ti.
Y me retorcía de dolor mientras pensaba en ti.
Y tuve que acostumbrar a mi cuerpo a estar sin ti.
Tuve que decirle a mis senos llenos de leche que no estabas ahí para alimentarte.
Tuve que decirle a mi mente que nada se movía en mi barriga y que no estabas fuera para poder abrazarte.
Jamás he sentido tanto dolor.
Nunca he sentido tanta tristeza, tanta desolación.
No hay lágrimas que me calmen. Ni tiempo que me consuele.
El dolor es perpetuo.
Porque la muerte de un hijo no se cura, no cicatriza.

Pero siempre serás mi hijo, siempre vivirás en mí.
Lo que más lamento es que sólo yo pudiera sentirte, disfrutarte, conocerte dentro de mí.
Y viviré toda mi vida pensado que quizá pude hacer algo para evitar ese trágico final.
Porque te quiero con toda mi vida y no deja de dolerme que no estés aquí, conmigo.
Sigo llorándote y lo haré el resto de mi vida.

Aquí estoy, hijo mio, con el corazón abierto de par en par, intentando que te lleguen mis sentimientos a través del universo.

Y nadie podrá llenar tu hueco, porque no está vacío.
Lo llenaste de recuerdos que no olvidaré.
Fuiste mi primer gran amor y eso nadie podrá quitárnoslo jamás.

Te quiero y eso también es perpetuo.

domingo, 3 de noviembre de 2013

La cara de Bruno

Ayer viví una de las experiencias más fuertes de mi vida: poder verle la cara a mi hijo.

Ayer fui a hacerme una eco 4D con mi marido y mi hermano y fue una experiencia maravillosa.
Desde por la mañana ya estaba nerviosa, todo el día pensativa, concentrada en poder adivinar su rostro antes de verlo (impaciente de mi).
Y Bruno estuvo todo el día moviéndose, sin parar, supongo que porque su nerviosa madre le estaba transmitiendo esa energía.

Conforme se acercaba la hora de la cita mi nerviosismo iba en aumento, así que Jesús nos llevó a comer pasteles.
Claramente, como no podía ser de otra manera, me comí el pastel de chocolate mas grande y negro que había en la pastelería. Y también fue un incentivo más para que Bruno no parara de moverse.

Entramos por la puerta, me tumbé en la camilla, y me pusieron el gel para ecografías.
Y de repente apareció en la pantalla, muy nítida, la cara de Bruno.
Eso con lo que había soñado tantas y tantas veces estaba en esa pantalla, ¡por fin!
Y de repente dos lágrimas caían de mis ojos y bajaban por mis mejillas, sacando así al exterior la felicidad que sentía.




Ahí estaba su carita, con su nariz, sus labios, sus pies y sus manos ¡estaba alucinada!
Durante 30 minutos estuve viendo sus movimientos dentro de mí, como bostezaba, como se metía el pie en el ojo y la mano en la boca.
Fue un flechazo, fue amor a primera vista y fue cuando me di cuenta que de verdad voy a ser madre y que mi hijo es fruto del mayor amor que he sentido hasta ahora.

Entonces recordé una frase que leí hace unos días y que me pareció perfecta.

“El parto es la única cita a ciegas donde puedes estar segura que conocerás al amor de tu vida”

Pues bien, yo he tenido un pequeño adelanto, del que guardaré siempre un hermoso recuerdo; y noto como ha comenzado una historia de amor que durará toda mi vida.



lunes, 21 de octubre de 2013

La fiesta de la hormona

Mi segunda entrada se la quiero dedicar a esas pequeñas perras que últimamente están tan presentes en mí día a día: las hormonas.
Esas que hacen que en menos de un minuto pueda pasar de reír a llorar se merecen una entrada, aunque sólo sea por lo putas que son.
Y es que en mí semana 27 de embarazo, parece ser que mi día a día se ha convertido en una montaña rusa, pero de esas que tiene picos como los de Europa.

Una persona normal suele tener días buenos y días malos, pues esto no, no funciona así, aquí en un día puedes pasar por un día bueno, malo y regular a la vez, vamos, un pisto.

Te ven llorando a lágrima viva y como es lógico te preguntan: ¿qué te pasa? a lo que no sabes que contestar, porque a ver como le dices: “no tengo ni puta idea, la verdad, creo que estoy loca y no lloro por nada”

O cuando necesitas abrazos, cariños y mimos de quien sea, da igual, el caso es que quieres que te quieran a toda costa.  Y es tal la necesidad, que si algún día me pasa mientras voy por la calle y me cruzo con una rata (por poner un ejemplo) se que no dudaré en preguntarle educadamente que si puede darme una abrazo, aunque eso me cueste el contagio de la rabia.

Y la peor de todas, aunque es la que menos casos se da (menos mal) es cuando odias al mundo, a la gente que te rodea, no quieres hablar ni ver a nadie porque te caen mal todos, así, de repente y ya está, no hay más.
Tu perra te mira con ojos lastimosos porque percibe todo ese odio que llevas dentro, a lo que tu lanzas una mirada fulminante que le indica claramente: si te acercas te escupo.
Y lo peor es cuando se unen dos miradas a la vez, la de tu perra y la de tu marido, a lo que es difícil determinar con exactitud cuál de los dos teme más por su vida.



El caso es que esas pequeñas bitches tenían una fiesta montada en mi organismo, y digo tenían, porque con los días que llevan esto ya ha pasado a ser una rave.

Llorar, reir, querer, odiar y un sinfín de sentimientos en menos de lo que canta un gallo y así todo el día.
Así pasa, que llega la noche con sus estrellas  y su luna y duermo como una osa, acabo reventada.

Y es que hay que mirar el lado bueno de las cosas, me pasa de todo, si, pero insomnio no tengo.

domingo, 29 de septiembre de 2013

¡Estoy embarazada!

No iba a ser la única persona de este miserable planeta que no tuviera blog, así que me estreno haciendo referencia a mi nueva vida, que ha comenzado antes de que nazca Bruno.

Y es que es un sin fin de sensaciones y vivencias las que una tiene estando embarazada, de todas las formas y colores, y me gustaría relatar mi experiencia hasta donde llego, la semana 23 de gestación.

Pero claro, teniendo siempre en cuenta que soy Geles, y que mi forma, tanto de pensar, como de redactar, no son muy normales.

Empecemos por el principio, claro; el momento en que ves que el test de embarazo es positivo y sales del baño con la cara desencajada y le dices a tu marido, Jesús, que estás embarazada, con los ojos saliéndose de las cuencas y él, con la tranquilidad y sosiego que le define, te dice: "lo sabía" 
A lo que tu piensas: ¡Mira lo listico que nos ha salio el muchacho!