Han pasado más de
dos años y por fin puedo escribirte.
Es muy duro explicar
lo que siento, pero necesito avanzar.
Hace más de un año,
me dijeron que te escribiera y me despidiera de ti.
No lo voy a hacer.
No puedo despedirme de alguien que sigue vivo en mí.
Pero necesito
escribirte para poder continuar.
Debo expresar en
palabras todo este dolor, para poder dejarlo salir e intentar
respirar.
Y aunque el dolor es
perpetuo y es algo que ya tengo asumido, sacar estos sentimientos me
harán avanzar más tranquila.
Hace más de dos
años me dieron la peor noticia de mi vida: habías muerto.
Mi hijo, dentro de
mi seno, estaba muerto.
A ti, que tanto
ansiaba verte y tanto necesitaba sentirte en mis brazos, habías
muerto dentro de mí y no pude hacer nada para evitarlo.
Fuiste mi primer
amor, mi primer amor incondicional.
Mientras crecías
dentro de mí, iba descubriendo infinidad de sentimientos y vivencias
que nunca podré olvidar.
Recuerdo sentirte
cuando te ponía música. Lo hacía casi a diario.
Era algo que me
hacía feliz porque veía que a ti también te hacía feliz.
Sentía tus pies,
tus manos, tu cuerpo entero moviéndose dentro de mi.
Es el recuerdo más
feliz que tengo de ti.
Me diste momentos
únicos.
Me diste una
felicidad que nunca había tenido.
Tu recuerdo siempre
vivirá en mí.
Pero por desgracia
también viví el peor momento de mi vida.
Habías muerto y
contigo, murió una parte de mí. Una parte que nunca volverá y que
en estos dos años he notado que me falta, y falta porque se fue
contigo.
Y te tuve que parir
muerto.
Y ver tu carita sin
vida y no escuchar tu llanto.
Y tuve que volver a
casa sin ti.
Y me retorcía de
dolor mientras pensaba en ti.
Y tuve que
acostumbrar a mi cuerpo a estar sin ti.
Tuve que decirle a
mis senos llenos de leche que no estabas ahí para alimentarte.
Tuve que decirle a
mi mente que nada se movía en mi barriga y que no estabas fuera para
poder abrazarte.
Jamás he sentido
tanto dolor.
Nunca he sentido
tanta tristeza, tanta desolación.
El dolor es
perpetuo.
Porque la muerte de
un hijo no se cura, no cicatriza.
Pero siempre serás
mi hijo, siempre vivirás en mí.
Lo que más lamento
es que sólo yo pudiera sentirte, disfrutarte, conocerte dentro de
mí.
Y viviré toda mi
vida pensado que quizá pude hacer algo para evitar ese trágico
final.
Porque te quiero con
toda mi vida y no deja de dolerme que no estés aquí, conmigo.
Sigo llorándote y
lo haré el resto de mi vida.
Aquí estoy, hijo
mio, con el corazón abierto de par en par, intentando que te lleguen
mis sentimientos a través del universo.
Y nadie podrá
llenar tu hueco, porque no está vacío.
Lo llenaste de
recuerdos que no olvidaré.
Fuiste mi primer
gran amor y eso nadie podrá quitárnoslo jamás.
Te quiero y eso
también es perpetuo.